Con una anotación en los descuentos, Palmeiras venció 1-0 al Santos en la final brasileña de la Copa Libertadores-2020 y alzó su segundo trofeo en el principal torneo de clubes de América, marcado por los estragos de la pandemia del coronavirus.
En un soberbio cabezazo tras un centro desde derecha de Rony, en el minuto 90+9, Breno Lopes le dio la Copa al Verdao, que será el representante sudamericano en el Mundial de Clubes que se disputará en Catar en febrero.
La anotación del atacante, que ingresó en el segundo tiempo por el juvenil Gabriel Menino, puso emoción a una final tediosa. "No sé ni explicar la emoción", dijo el ariete de 24 años.
Los mayores éxtasis vinieron de amagues de rifirrafes y peleas en la tercera final brasileña de la historia copera, tras las disputadas por Sao Paulo y Athletico Paranaense en 2005, con victoria paulista, y entre Internacional y Sao Paulo en 2006, con triunfo colorado.
Palmeiras ganó su segundo título, tras la alzada en 1999 contra el Deportivo Cali de Colombia, con un equipo que supo mezclar la experiencia de internacionales como Weverton, el paraguayo Gustavo Gómez y el uruguayo Matías Viña, y atacantes pullantes como Luiz Adriano y Rony, y con una base prometedora en la que sobresalieron Menino, Danilo o Patrick de Paula.
Guiados por el DT portugués Abel Ferreira, los paulistas terminaron el torneo con la mejor puntuación: 32 puntos en trece juegos. En el camino al Maracaná, los verdes eliminaron a Delfín (Ecuador), Libertad (Paraguay) y al River Plate de Argentina, que los hizo sufrir en semifinales.
Ferreira, de 42 años, levantó su primer título como profesional y se convirtió en el tercer entrenador europeo en ganar la Libertadores, tras su compatriota Jorge Jesús (Flamengo, 2019) y el croata Mirko Jozic (Colo Colo, 1991).
Final conservadora
El clásico paulista más internacional de la historia tuvo exceso de cautela.
Palmeiras presionó más, con la velocidad y el desequilibrio por las bandas de Rony, pero sin llegar a inquietar a John. La coacción verde fue más efectiva para evitar la circulación de la pelota en el mediocampo del Peixe, y, de paso, ablandar a golpes al movedizo y activo Marinho.
"Estoy triste por no poder llevar este título a casa (...) pero luchamos hasta el final", dijo el atacante albinegro.
Las entradas fuertes y los rifirrafes tuvieron más protagonismo que cualquier opción de anotar. Apenas un remate cruzado de Raphael Veiga, en una habilitación de Marcos Rocha en el primer tiempo, ensució el traje de John.
En el otro arco, Weverton, deseoso de lucirse, tuvo que esperar hasta el segundo tiempo para que su nombre fuera mencionado. Marinho centró y Lucas Veríssimo se lanzó a cabecear, pero la pelota se fue desviada.
Los constantes choques pusieron emoción a un Maracaná en silencio y caluroso. Aunque la venta de entradas no estaba permitida, unas 5.000 personas, entre periodistas, logísticos, seguridad, convidados especiales e hinchas invitados por los equipos, fueron habilitados por la Conmebol para la final.
Buena parte de ellos estuvieron sentados en la misma zona del estadio. Las pequeñas aglomeraciones y las máscaras mal utilizadas o la ausencia de ellas podrían ser las postales de una Libertadores en un Brasil que llora más de 222.000 muertos por el virus.
Los gritos escaparon de los tapabocas en dos zurdazos. Veiga, del verde, cobró un tiro libre, a unos 30 metros del arco, y la pelota pasó a centímetros del travesaño. Minutos después, Felipe Jonatan impactó de primera un rebote de Weverton y el esférico acarició el palo.
Cabezazo para la historia
Cuando todo parecía dictado para el tiempo extra, un inconveniente en el banquillo cambió la historia del juego.
En el minuto 90+5, un amague de bronca entre ambos equipos terminó con la expulsión del técnico del Peixe, Alexi Stival "Cuca". El entrenador dejó el campo y se unió a las gradas.
Cuca apenas se acomodaba cuando Rony chutó desde la derecha un balón enroscado que halló la cabeza de Breno Lopes, el único refuerzo de Ferreira desde que llegó a Sao Paulo en noviembre en reemplazo del exseleccionador brasileño Vanderlei Luxemburgo.
El ariete se levantó, cruzó la pelota y acabó con la ilusión albinegra de convertirse en el primer tetracampeón brasileño de la Libertadores.
Horas antes de que el partido comenzara, las más recientes figuras mundiales de Santos y Palmeiras, los internacionales Neymar y Gabriel Jesús, apostaron una cena por sus onces.
El crack del PSG, artífice de la última Libertadores del Santos en 2011, tendrá que pagarle una cena al jugador del Manchester City.
La disputa, en medio de una tarde muy calurosa en Rio, con temperaturas que bordearon los 34 grados, fue la consolidación de la hegemonía brasileña en la Libertadores en el siglo XXI, con el Flamengo campeón de la pasada edición, y del balompié de Brasil, cuya selección cerró 2020 con puntaje perfecto en cuatro salidas del premundial sudamericano hacia Catar-2022.
Los clubes del gigante latinoamericano quedaron con nueve trofeos en sus vitrinas, uno más que los alzados por sus eternos rivales futbolísticos, los clubes de Argentina, desde 2000.
La proeza es un paliativo ante el dominio histórico de clubes argentinos en la Copa, que este sábado selló su edición 61: 25 títulos para Argentina y 20 para Brasil. Uruguay cierra el podio con 8.
Río de Janeiro, Brasil | AFP |