Sídney, Australia | AFP | por Glenda Kwek
Tumbado en el canapé, con un tigre blanco de peluche a sus pies, Paul Delprat, de 76 años, viste una túnica bordada y lleva una corona dorada en la cabeza. Es el príncipe del autoproclamado principado de Wy, una micronación en su vivienda de un suburbio de Sídney.
Las micronaciones -entidades que proclamaron su independencia sin el reconocimiento de gobierno alguno- existen en todo el mundo. La última de ellas es Asgardia creada a finales de junio por Igor Ashurbeyli, un ingeniero informático y empresario ruso que se declaró "presidente" de esta "nación espacial" utópica.
Estos seudo-Estados son muy populares en Australia, el país con más micronaciones del mundo (35 sobre un total de 200).
"Para mí es una pasión, una instalación artística", cuenta a la AFP Paul Delprat, director de una escuela de Bellas Artes. De fondo, un inmenso cuadro en el que aparece vestido con prendas suntuosas y acompañado de esposa e hijos.
"Mi artista preferido es Rembrandt, él adoraba disfrazarse. En un mundo en el que no hemos resuelto nuestras diferencias, el arte es un lenguaje internacional. La filosofía de Wy es 'Vive y deja vivir, y sobre todo, si puedes, ríe'".
Su reino -lleno a rebosar de objetos históricos y monárquicos- nació, como otras micronaciones, a raíz de un litigio con las autoridades.
Desprecio por la autoridad
El ayuntamiento de Mosman le prohibió durante más de diez años construir una zona de aparcamiento para su coche. Por eso en 2004 el príncipe de Wy proclamó la secesión, convirtiéndose en una celebridad local con admiradores incluso en Japón.
La popularidad de las micronaciones en Australia se debe en parte a la tolerancia de las autoridades respecto a estos feudos minúsculos, con la condición, claro está, de que paguen impuestos.
El desdén de los australianos por la autoridad, motivo de orgullo nacional, es uno de los ingredientes que explica este interés, argumenta George Williams, profesor de derecho constitucional de la Universidad Nueva Gales del Sur.
Fundar una micronación no está exento de peligro.
John Rudge, Gran Duque de Avram, en la isla meridional de Tasmania, acuñó su propia moneda en 1980 tras haber redactado una tesis doctoral sobre la creación de un banco central.
El gobierno se opuso a la utilización de la palabra "banco" en los billetes y presentó una demanda contra él, aunque no la llevó adelante, cuenta el "Gran Duque" a la AFP.
Mensaje a los Estados
La micronación más antigua del país, el principado de Hutt River, en Australia Occidental, fue fundada en 1970 por Leonard Casley después de una disputa con el gobierno sobre las cuotas del trigo.
El príncipe Leonard, propietario de 75 km2 de tierras agrícolas, o sea dos veces el tamaño del territorio chino de Macao, fue condenado en 2017 a pagar tres millones de dólares australianos en concepto de impuestos (1,9 millones de euros, 2,21 millones de dólares).
Pese a todo, este principado convertido en atracción turística aporta una suma suculenta a su propietario, según la prensa australiana. El año pasado, Leonard transmitió las riendas del bastión a su hijo Graeme.
Otras micronaciones aprovechan el estatus para difundir sus ideas sobre gobernanza.
George Cruickshank, alias Emperador George II, de 51 años, fundó el Imperio de Atlantium con sus primos cuando aún era adolescente porque les horrorizaba la "confrontación" de los bloques durante la Guerra Fría. Con el tiempo construyó un edificio gubernamental, una oficina de correos y una pirámide en un terreno agrícola de menos de 1 km2, a 300 km al sur de Sídney.
En el sitio web de alquileres Airbnb, George Cruickshank presenta su imperio como el único país que se puede alquilar y aprovecha la fama para defender sus ideas progresistas.
Soberanía aborigen
"Las micronaciones ofrecen la posibilidad de decir, 'Alto, distánciese para ver mejor, ¿cómo podrían mejorar las cosas?'", explica a la AFP el emperador de Atlantium.
El concepto de soberanía es una fuente de conflicto para la población aborigen de Australia. Y los aborígenes "intentan a menudo reafirmar su soberanía mediante micronaciones porque quieren una solución más justa para ellos y para el futuro", afirma el profesor de derecho constitucional George Williams.
Las "primeras naciones" indígenas, cuya cultura se remonta a decenas de miles de años, fueron expulsadas de sus tierras con la llegada de los colonos británicos en 1788.
Dos micronaciones - la República de Murrawarri, a caballo del estado de Queensland y Nueva Gales del Sur, y la nación Yidindji en Queensland intentaron concluir tratados con las autoridades australianas para que se reconozcan sus derechos.