En un puesto a cubierta en el borde de un bosque empapado por una lluvia continua, un guardia fronterizo ucraniano escruta el horizonte con su monocular. En ese punto del norte de país, Rusia y Bielorrusia están a menos de 5 km.
Esa mañana, el cielo está encapotado y las nubes muy bajas. Los drones rusos no llegan a sobrevolar las trincheras de este último puesto de avanzada del cuerpo fronterizo en el noreste de Ucrania.
Con un pasamontañas que solo deja ver sus ojos, el hombre del monocular sujeta con orgullo su lanzamisiles antitanque NLAW, de fabricación anglo-sueca.
"Nuestro primer objetivo es evitar una nueva invasión. Pero si esto se produce en esta región, entonces estaremos preparados para frenar al enemigo en la frontera, para impedir que se adentre en nuestro país", asegura a la AFP este guardia de 33 años, que no quiere dar su nombre.
El paso fronterizo de Senkivka está muy cerca. Tiene forma de Y invertida: Bielorrusia al noroeste, Rusia al noreste y Ucrania al sur.
En el primer día de la invasión lanzada por Moscú, el 24 de febrero, la 90ª división blindada rusa penetró sin dificultades por ese punto en el territorio ucraniano.
Los rusos llegaron hasta las puertas de Chernígov, capital de la región homónima, pero no consiguieron tomarla, enfrentados a una resistencia ucraniana feroz a pesar de los bombardeos contra la población.
A principios de abril, el invasor se retiró hacia el norte por el mismo punto donde había entrado para centrar su ofensiva en el este y el sur de Ucrania.
"Amenaza creciente"
Desde entonces, los ucranianos vigilan atentamente la zona de Senkivka y los cerca de 900 km de frontera de su vecino bielorruso, cuyo territorio sirvió como base de retaguardia y plataforma de los soldados rusos. Su ejército, sin embargo, no participó en los combates.El 20 de octubre, el ejército ucraniano se alarmó ante la "amenaza creciente" de una nueva ofensiva rusa desde el vecino septentrional, aliado de Moscú.
Bielorrusia había anunciado el despliegue en su territorio de una nueva fuerza conjunta con Rusia con hasta 9.000 soldados rusos y unos 170 tanques.
"Si quieres la paz, prepara la guerra", dijo el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, acusando a Ucrania de preparar "ataques" contra su país.
En el campamento de la guardia fronteriza ucraniana, levantado tras la retirada rusa en abril, el agente apodado "Lynx" estima en un "50-50" el riesgo de una nueva ofensiva rusa.
"La probabilidad de un ataque será siempre elevada aquí, cerca de la frontera, con un vecino así", explica el treintañero, con la metralleta en bandolera, en una sólida y profunda trinchera cubierta.
"Hay disparos de artillería (rusa) constantes aquí (...) En un momento dado, estuvo más tranquilo, pero con el inicio del otoño, el enemigo se ha vuelto más activo", explica el guardia.
Pero ahora "hay más posiciones (de las fuerzas ucranianas) y más fortificaciones. Todo es más serio ahora (...) Contemplamos todas las opciones para evitar el escenario" del 24 de febrero, asegura.
Unos 30 km al sur de Senkivka, Gorodnia, con 21.000 habitantes antes de la guerra, fue de las primeras localidades ucranianas en ver llegar a los soldados rusos, en la misma mañana de la invasión.
"Naciones hermanas"
Su alcalde, Andriy Bogdan, espera que "la situación no se repita" aunque "esta amenaza existe", dice a la AFP, recordando la presencia de tropas de Moscú en Bielorrusia.
Pero según él, "la situación es completamente distinta" a la de febrero, cuando el territorio de su municipio estaba "casi sin protección".
"Contamos con nuestros guardias fronterizos, nuestras fuerzas armadas y todas las fuerzas de defensa. Ahora están aquí, listos para luchar", asegura.
El hombre está orgulloso y emocionado de mostrar a los periodistas de la AFP un pequeño video rodado cuando las fuerzas rusas llegaron a la ciudad.
En él se ve a sus habitantes, con banderas ucranianas en la mano, plantar cara a los vehículos blindados para que no puedan avanzar. Finalmente, durante la ocupación de la zona, los rusos se quedaron fuera del municipio.
En su tienda de alimentación situada en la principal intersección de Gorodnia, Svitlana no cree que Bielorrusia los ataque.
"Vivimos en la frontera, somos naciones fraternales. Tengo un hermano en Bielorrusia y una hermana en Moscú (...) Hablamos constantemente. Al principio, incluso mi hermana no pensaba que esto ocurriría. Pero entienden y nos respaldan", explica.
"Quiero que todo esto termine, lo antes posible", suspira.
Gorodnia, Ucrania | AFP | por Emmanuel Peuchot