Cerca de la estación de tren de Siversk, en ruinas, Valéry corta un árbol con una motosierra. Como él, los pocos habitantes que se quedaron buscan leña para "sobrevivir" al invierno en este pueblo del este de Ucrania parcialmente devastado por bombardeos rusos.
"Intentaremos sobrevivir con la leña. El sótano (para refugiarse de las bombas), el horno y la leña, eso es todo lo que tenemos", dijo a la AFP Valéry, de 39 años.
Siversk (12.000 habitantes antes de la guerra) fue bombardeada por los rusos en julio y agosto. El este de la ciudad quedó especialmente desfigurada por las bombas, misiles y cohetes que dejaron grandes y profundos cráteres.
Pese a esto, aquí, como en otras localidades atrapadas en medio del violento conflicto que comenzó hace ocho meses, algunos habitantes se negaron a irse, y sobreviven sin electricidad ni gas.
"No tenemos nada más que hacer, así que cortamos leña. Aquí hay muchos árboles, así que debería bastar" para pasar el invierno, estima Valéry.
La línea del frente forma un semicírculo en el lado oriental de Siversk, a una distancia de 5 a 10 kilómetros. Y los duelos de artillería entre las fuerzas ucranianas y rusas rompen regularmente el silencio de este pueblo casi fantasmal.
"La única manera de encontrar el sueño es beber vino antes de ir a dormir. Estoy estresado, es difícil vivir. Cuando vuelvo a casa, veo toda la destrucción. Pienso en mi familia. Y se vuelve totalmente insoportable", confiesa Valéry.
Las autoridades locales y la iglesia proporcionan ayuda humanitaria, y "también hay voluntarios que traen comida para los animales" errantes, dice Alla, una doctora encargada de distribuir la ayuda.
Una de sus dos casas y un apartamento que tenía en el pueblo fueron destruidos.
Acaba de trasladar la leña de su casa destruida a otra en la que vive con su marido.
De repente, una explosión cercana la hace saltar.
"Es un Vasilek", dice, citando el nombre del mortero 2B9 Vasilek, cuyo proyectil acaba de ser disparado por los ucranianos contra posiciones rusas.
Levantarse y acostarse temprano
"Es imposible acostumbrarse a todos estos disparos", dice la doctora, de 68 años. "Pero fue nuestra elección, nos quedamos aquí, es por eso que intentamos sobrellevarlo", añade.
"El problema es que no tenemos red telefónica, antes la teníamos, ahora no tenemos nada. Es difícil comunicarse con otras personas", relata.
"Anochece temprano (sobre las 17 horas), nos acostamos temprano, nos levantamos temprano, y así transcurre nuestra vida cotidiana", resume.
En las alturas del pueblo, Volodimir, Victoria y Mykola hablan frente a una de las entradas del edificio en el que viven.
Con un hacha en la mano, Volodimir corta leña para alimentar un horno.
"Cortamos leña, la metemos en el horno y cocinamos trigo", cuenta. Dice que hace más calor fuera junto al fuego que en su apartamento.
Sentada en un banco, con un gorro azul en la cabeza y las manos en los bolsillos de su chaqueta negra, Victoria refunfuña.
"Vivo al lado y nos pusieron en una lista para recibir leña. Tomaron nuestros nombres hace tres meses. Todavía no tenemos nada. Es por eso que estamos buscando leña nosotros mismos", explica.
Dice que vive "gracias a la ayuda humanitaria. Sin ella, sería difícil".
Mykola, de 59 años, acompaña a los periodistas de la AFP a una plaza del pueblo donde los bombardeos destruyeron varios edificios.
"¡Miren ese cráter! Esa es nuestra escuela técnica, y nuestro colegio (...) Esta escuela ya ha sido golpeada 6 o 7 veces".
"Se dice que había un puesto de comunicación del ejército ucraniano" en la escuela, señala.
Siversk, Ucrania | AFP | por Emmanuel Peuchot