Para la proclamación de Lula da Silva como presidente para los próximos cuatro años, se organizó una ceremonia en Brasilia vigilada por un operativo de seguridad inédito y en ausencia del mandatario saliente, Jair Bolsonaro.
Bolsonaro abandonó Brasil el viernes y viajó a Estados Unidos, dos días antes del fin de mandato. Por primera vez desde 1985, un mandatario entrante no recibe la banda presidencial de manos de su predecesor.
La cerrmonia contó con 300.000 personas en las calles de la capital, acompañando de cerca la investidura, con un megaconcierto con más de 60 músicos en la emblemática Explanada de los Ministerios.
Centenares de seguidores hacían cola a primera hora de la mañana en los controles de seguridad, constató la AFP.
Algunos incluso se pasaron primero por el hotel donde se hospeda Lula, como Valter Gildo, quien desplegó una banderola que rezaba "Bienvenido de vuelta a la capital, presidente Lula".
Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, es proclamado por tercera vez presidente tras haber gobernado entre 2003 y 2010, junto a su vice, Geraldo Alckmin.
El descenso del tradicional Rolls Royce negro descapotable frente al palacio presidencial de Planalto; la subida por la rampa del edificio y la recepción de la faja, una cinta de seda verde y amarilla, los colores de la bandera nacional, bordada en oro y diamantes; son los hitos más destacados de la ceremonia.
Se destaca la presencia de una veintena de jefes de Estado, el mayor número para una toma de posesión en Brasil. Entre estos, figuran los mandatarios de Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Honduras, además del rey de España.
El presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, viajó acompañado de los expresidentes Julio María Sanguinetti y José Mujica, lo que da cuenta del notable clima republicano y democrático que caracteriza a Uruguay.
Washington envió a la secretaria de Interior, Deb Haaland, la primera indígena en integrar un gabinete en Estados Unidos y dura crítica de Bolsonaro, mientras que por parte de China asistió el vicepresidente Wang Qishan.
El viernes Bolsonaro levantó la prohibición que regía sobre el ingreso del venezolano Nicolás Maduro a territorio brasileño. Lula prevé restablecer las relaciones diplomáticas con Caracas, rotas en 2019 cuando Brasilia reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente encargado.
Desafíos inmediatos
El presidente izquierdista tendrá desafíos inmediatos mayores a los que enfrentó en sus otras dos presidencias, que dejó con una inusual popularidad del 87%.
Unos 30 millones de los 215 millones de brasileños pasan hambre y la economía a duras penas logra recuperarse tras el golpe de la pandemia.
"En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará el gobierno. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida. Necesita liderar un gobierno de pacificación y unión nacional", explicó Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de Sao Paulo.
Lula se impuso a Bolsonaro en el balotaje del 30 de octubre por 50,9% de los votos frente a 49,1%, una magra diferencia que dio cuenta de una sociedad profundamente polarizada.
El exsindicalista deberá conquistar "credibilidad" sobre el manejo de las cuentas públicas ante una situación fiscal delicada, pese a que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, según Consentino.
Según una encuesta del instituto Datafolha del sábado, solo 51% de los brasileños considera que Lula gobernará mejor que Bolsonaro, informó el diario Folha de Sao Paulo.
Preocupación por la seguridad
Brasilia movilizó para la asunción de Lula el 100% de su policía y podría desplegar hasta 8.000 agentes.
Mil agentes realizaron tareas de "inteligencia y seguridad", el mayor contingente para una investidura.
Y el porte de armas para varias categorías de civiles estará prohibido.
Los preparativos para la toma de posesión se vieron sacudidos luego de la detención de un bolsonarista que colocó un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia para "causar caos", provocar la declaración de un estado de sitio y evitar así la asunción, según su propia confesión.
Desde el balotaje, miles de seguidores de Bolsonaro se movilizaron en varias ciudades para rechazar el resultado en las urnas y pedir una intervención militar.
Entre tanto, Bolsonaro, que desde que perdió la elección se ha mantenido prácticamente en silencio, se instaló en Florida para un viaje previsto hasta el 30 de enero.
Según Folha de Sao Paulo, Bolsonaro se aloja en la casa del exluchador de artes marciales brasileño José Aldo, en la ciudad de Kissimmee.
Brasilia, Brasil | AFP | por Marcelo Silva de Sousa