Con apenas dos días de deliberaciones, el cónclave en el Vaticano concluyó con una decisión histórica: el cardenal Robert Francis Prevost fue elegido como el nuevo pontífice, adoptando el nombre de León XIV.
De origen estadounidense y con una vida repartida entre América Latina, Europa y Norteamérica, su elección marca un giro simbólico en la Iglesia.
Prevost, que en 2015 adoptó la nacionalidad peruana, tiene una profunda relación con el continente sudamericano. En su primera misión pastoral fue enviado a Perú, donde trabajó en Chulucanas y más tarde en Trujillo, desempeñando un papel central en la formación de futuros religiosos. Su trayectoria en ese país culminó con su nombramiento como administrador apostólico de Chiclayo por parte de Francisco, a quien agradeció públicamente desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
Al asumir el liderazgo espiritual de más de 1.400 millones de católicos, el nuevo papa —descrito por la prensa italiana como "el menos estadounidense de los estadounidenses"— pronunció unas palabras en español dirigidas a su "querida diócesis de Chiclayo". Su fluidez en varios idiomas y su experiencia multicultural lo posicionan como una figura de continuidad con el enfoque reformista de su predecesor.
Mientras tanto, líderes políticos como Javier Milei y Donald Trump celebraron su nombramiento. La fumata blanca, que emergió de la Capilla Sixtina tras intensas votaciones, fue seguida por el tradicional anuncio en latín: "Habemus Papam", abriendo una nueva etapa en la historia de la Iglesia católica.