El 1 de junio de 2025, Ucrania ejecutó una ofensiva sin precedentes en territorio ruso mediante drones ensamblados y lanzados desde vehículos civiles dentro de Rusia. La operación, conocida como "Operación Telaraña", fue planificada durante más de un año y coordinada por el Servicio de Seguridad de Ucrania.
Se dirigió a cinco bases aéreas estratégicas, incluyendo instalaciones ubicadas en Siberia e incluso en la región ártica. El análisis de imágenes satelitales públicas confirmó daños o destrucción de al menos 40 aeronaves, incluyendo bombarderos de largo alcance y sistemas de alerta temprana.
Esta acción representó un golpe significativo a la capacidad ofensiva aérea de Rusia y evidenció fallas graves en su sistema de defensa antiaérea. Las plataformas de observación satelital como Sentinel-2 y NASA FIRMS detectaron focos térmicos coincidentes con los sitios atacados, respaldando los informes sobre los impactos.
El momento del ataque coincidió con reuniones diplomáticas internacionales, lo que amplificó sus repercusiones políticas.