| AFP | por Pablo Izmirlian
Luis Lacalle Pou se convertirá este domingo, con 46 años, en el presidente más joven de Uruguay desde que en 1985 se reinstauró la democracia en este país, considerado un oasis de estabilidad en América Latina.
Abogado de profesión, diputado en tres períodos y senador en uno por el Partido Nacional (PN, centroderecha), este hijo de un presidente y bisnieto de un histórico líder político puso fin a 15 años de gobiernos del Frente Amplio (FA, izquierda). Lo logró gracias a una alianza de cinco fuerzas que van desde el centro a una derecha más radical.
Lacalle Pou asumirá un mandato de cinco años con un proyecto de Ley de Urgente Consideración (LUC) bajo el brazo, lo que implica que el Parlamento debe procesarlo en un máximo de 90 días.
El borrador, de 457 artículos, abarca desde seguridad y economía hasta educación y salud, con incisos dedicados a asuntos tan diversos como la importación de combustible o la elaboración de chorizos caseros.
Como parlamentario, en línea con la postura conservadora que identifica a su fuerza política, votó en contra de la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario.
También rechazó la regulación del cannabis impulsada por el gobierno de José Mujica (2010-2015), aunque él mismo había presentado antes un proyecto de legalización del autocultivo de marihuana, que declaró abiertamente haber consumido en su juventud al igual que cocaína.
Sin embargo, ha asegurado que no impulsará la derogación de ninguna de esas leyes, consideradas insignias de los gobiernos del FA.
Según el periodista Alfredo García, autor del libro "Once rounds", que reúne 11 entrevistas con el futuro mandatario, éste "no tiene una escuela ideológica o política que lo marque", sino que "toma lo que le interesa".
- Superar prejuicios -
El segundo de tres hermanos, Lacalle Pou tenía 16 años cuando su padre Luis Alberto Lacalle (1990-1995) se convirtió en mandatario por el PN y pasó a vivir con su familia en la residencia presidencial.
Durante los últimos tres lustros, esa casona ubicada en el Prado, barrio de la zona oeste de Montevideo, estuvo deshabitada: ni Tabaré Vázquez (2005-2010, 2015-2020) ni Mujica quisieron vivir allí. Pero Lacalle Pou dejará el barrio privado en el que reside para ocuparla junto a su esposa y sus tres hijos.
Es heredero de una dinastía política que inició su bisabuelo paterno, Luis Alberto de Herrera, un caudillo civil que integró un Ejecutivo colegiado en la década de 1950 y dio origen a un movimiento conservador liberal conocido en Uruguay como Herrerismo.
Sin embargo, según uno de sus hermanos en 2014, llegó a renegar de ese legado. "Nunca voy a ser político", es la frase que Juan José Lacalle Pou dijo haber escuchado de su hermano adolescente tras una discusión con sus padres.
Como estudiante de derecho, tuvo encontronazos con compañeros que criticaban la gestión de su padre. Amigos y allegados dicen que esas situaciones determinaron finalmente su vocación política.
"Tuvo que derribar un montón de prejuicios", como que lo tilden de "cuna de oro, surfista, hijo de presidente, que nunca laburó (trabajó), agrandado, pedante", dice Esteban Leonís, periodista y autor del libro sobre Lacalle Pou "Un rebelde camino a la presidencia".
"Pero es un tipo común y corriente", asegura.
¿Omnipresente?
Lacalle Pou obtuvo la Presidencia en su segundo intento. En 2014, había perdido en el balotaje ante Vázquez.
Daniel Supervielle, periodista y consultor que integró su equipo de campaña en 2014 y 2019, cree que el fracaso terminó de forjarlo como líder.
"En la primera reunión después de haber perdido (...) vi un tipo dolido, te diría que quebrado, pero dispuesto a salir a recorrer el país para defender a las personas que lo habían votado", dice.
Al asumir la presidencia, Lacalle Pou deberá enfrentar las preocupaciones por las que los uruguayos decidieron un cambio de orientación política. Economía, inseguridad y educación están entre las principales.
"Creo que lo vamos a ver en todos lados. Creo que va a ser la impronta de su gobierno", dice Leonís.
Para Supervielle, la Ley de Urgente Consideración es un anticipo de su administración, una búsqueda de celeridad en acuerdos para avanzar en los grandes temas. Para él, será un gobierno "sumamente activo".
"Lo que no se puede esperar es una presidencia débil", dice García. "No puedo decir que vaya a ser buena, pero débil no".