Como les adelantamos en la edición anterior, la Cámara de Senadores se reunió en la mañana del miércoles 9 para escuchar la exposición del senador Uruguay Russi, por el término de treinta minutos, sobre los 150 años de la ciudad de La Paz.
Durante esa sesión también hicieron uso de la palabra los senadores: Amin Niffouri, Luis Pintado, Guido Manini Ríos, Carlos Mahía, Liliam Kechichian, Guillermo Domenech, Amanda Della Ventura y Oscar Andrade.
En las barras se encontraban el alcalde de La Paz Dr. Bruno Fernández, integrantes del Concejo, fuerzas vivas y estudiantes de los liceos 1 y 2 de esa ciudad.
Tras la reseña histórica por parte del senador Russi, el senador Niffouri también se refirió a algo de historia y también algunas vivencias personales sobre La Paz. A continuación, la exposición del senador del Partido Nacional Amin Niffouri:
“Señora presidenta: la verdad es que lo primero –y fundamental– que quiero hacer es saludar la iniciativa que ha tenido el senador Russi para que este Senado se reúna para hablar de los 150 años de La Paz. Hijo pródigo de la ciudad de La Paz, nombraba a algunos de sus médicos y yo creo que él estaría dentro de esa identidad de médicos destacados.
Hablo como canario primero y como pedrense después, aunque también vendría a ser como un hijo adoptivo de La Paz ya que mi compañera de vida, de ruta y de camino –Mónica–, y su familia viven en Viale; así que hace más de 35 años que visito formalmente y, en parte, también vivo en la ciudad de La Paz.
Sabía que iba a haber una referencia histórica bien importante por parte del senador Russi y, entonces, cuando pensamos en lo que teníamos que hablar optamos por mechar algo de historia y también algunas vivencias personales que a uno lo han vinculado –y lo vinculan– a La Paz.
Quiero agradecer también al historiador Raúl Cheda, que me dio parte de lo que tiene que ver con la historia de la ciudad de La Paz. Cheda es un historiador muy importante que, en su momento, hizo un libro relativo al nomenclátor de la ciudad de Las Piedras, detallando lo que significa cada una de las figuras nombradas allí y creo que sería bien interesante hacer –si ya no se hizo– algo parecido con el nomenclátor de La Paz y lo que significa cada personaje de sus calles.
La Paz, ubicada en el departamento de Canelones, limita al sur con el arroyo Las Piedras y la ciudad del mismo nombre e integra la llamada área metropolitana de Montevideo. La población inicial se fue generando casi en paralelo; algunos lo tomaban como un espacio de veraneo cercano a las costas del arroyo Las Piedras. En esos tiempos, el disfrute de las playas, costas y baños en las aguas de arroyos, ríos y océanos era un hábito que no se había instalado entre las familias montevideanas. Desde el principio se auguró que sería la residencia de verano preferida por familias montevideanas relativamente acomodadas; de hecho, todavía permanecen algunas de esas residencias, más sobre el barrio Viale. Con el tiempo se fue perdiendo la novedad y con la aparición del automóvil se ampliaron las opciones de los veraneantes, que comenzaron a trasladarse a las costas del Río de la Plata y del océano Atlántico, entre otros.
Para poder percibir la justa dimensión, la importancia de esta población, es necesario conocer el contexto en el que se ubica la fundación de aquella pequeña urbanización en sus años fundacionales, a partir de 1872. Las ideas sobre la salud pública se venían desarrollando en Inglaterra desde el año 1840. A partir de entonces, se comienzan a establecer normas sanitarias a las que el conjunto de países europeos agregaban sus experiencias. Se trataba de un tema que se había vuelto recurrente por las periódicas manifestaciones epidémicas, principalmente, por el cólera. En ese escenario, el saneamiento y la pavimentación se convirtieron en prioridad para los grandes centros urbanos europeos, tareas a las que se aplicaron de manera drástica e inmediata. Las condiciones insalubres y de hacinamiento en las que vivía la población asentada en torno a los grandes complejos industriales habían colapsado los antiguos sistemas de tratamiento de aguas residuales, provocando la periódica manifestación de epidemias, que recorrían un mundo ya globalizado.
En Montevideo, el doctor Fermín Ferreira, atento a esta circunstancia, funda, en el año 1852, la Sociedad de Medicina de Montevideo, asociación que, entre una serie de recomendaciones higienistas, enfatizó la necesidad de “(…) la construcción de caños maestros (…)”. Objeto, que finalmente, por Ley n. ° 483 del 25 de junio de 1856, sería sancionado, adjudicando su ejecución a la Compañía de Caños Subterráneos perteneciente a Juan José de Arteaga. Sin embargo, los rigores económicos impidieron en esa ocasión completar la obra con un pavimento adoquinado, como se estilaba en Europa, Río de Janeiro o Santiago de Chile.
Recién en marzo de 1870 se logró adoquinar la actual calle Ituzaingó, aunque solo frente al Cabildo. Sin embargo, un año después, el 28 de octubre de 1871, un anuncio publicado en todos los periódicos de la capital, solicitaba “...propuestas acompañadas de muestra, para 5.000 y hasta 1:500.000 adoquines”, los que debían ser entregados en el muelle de Montevideo o en el Puerto de Buenos Aires. Solo dos años después del anuncio, el periódico El Ferrocarril de Montevideo, publicaba: “...el Pueblo La Paz, hoy populoso, es uno de los centros de población que tiene vida propia, sus magníficas canteras de pie y de granito surten de adoquines a la ciudad de Buenos Aires, al extremo que no hay semana que no se exporten una asombrosa cantidad de miles de adoquines, los que dan trabajo seguro en la localidad a más de 300 obreros...”.
El arquitecto Álvarez Lenzi describe tres orígenes para los pueblos de nuestro país: el decidido por interés nacional, el espontáneo y el empresarial. A esta última modalidad obedece La Paz. El empresario fundador fue don Ramón Álvarez, quien adquiere en 1872 una gran área granítica al borde del arroyo Las Piedras, posiblemente para su explotación ante la veloz expansión que manifestaba la extracción de granito. Sin embargo, Álvarez decide crear un pueblo, oficializado el 28 de febrero de 1872, al que nombró La Paz, en claro anhelo por el acuerdo que suscribirían finalmente Tomás Gomensoro y Timoteo Aparicio, en abril de ese año.
Y recuerdo, señora presidenta, que en noviembre de 2010 la Comisión por los Héroes Servidores del Partido Nacional, encabezada por Guillermo Seré, organizó un acto en el mausoleo que hay en la plaza de deportes de la ciudad de La Paz –estaban presentes el exalcalde Juan Tons, que hoy está aquí, y el exintendente, Marcos Carámbula–, para continuar el traslado de los restos de Timoteo Aparicio hasta Florida, dejando en esa plaza, en una columna, una placa con la inscripción “En homenaje a la Paz de Abril de 1872, que dio nombre a nuestra ciudad”.
Muchos son los apellidos que en estos 150 años han cimentado la historia material y cultural de La Paz. Hay figuras históricas, políticas, sociales, empresariales, gremiales y artistas de toda la disciplina del arte. En las paredes de sus canteras están inscriptos los apellidos de aquellos hombres que extrajeron el granito del modernismo: Paccini, Asti, Picco, Rubbo, Greppi, Sarralde, Malnatti, Bianchi, Boffa, Lloret y decenas más.
Recordaba algunas anécdotas de vida que quería mencionar porque entiendo que también son parte de la historia de La Paz.
En su momento, mi padre fue directivo del Club Oriental de La Paz, y recuerdo que por los años ochenta –traté de buscar el año exacto pero no pude encontrarlo–, cuando yo tenía ocho o nueve años, en la cancha de Rampla Junior se jugó contra ese cuadro una semifinal o una final para que el Oriental de La Paz subiera a primera división; toda la ciudad se había vestido de celeste y se armó una gran caravana para ir a ver ese partido. El Oriental terminó perdiendo, pero se había armado una movida bárbara y me quedó impregnado ese lindo recuerdo de la infancia.
Cuando trabajaba con mi viejo como vendedor de vino, arrancábamos temprano en la mañana a desayunar en La Paz, en el bar de la Pocha, que tanto recordamos. Ahí se juntaba el Coco Leonardi, del Superleo; Carlitos Labarthe, que estaba en el supermercado Compostela; Richard Gamarra, que ahora tiene el supermercado frente a la plaza; Carlitos Baratta; y hasta hace poco tiempo íbamos a degustar comida rica y casera en lo de Nira y Oscar, que por suerte hoy están acá y me alegró verlos.
Son esas cosas que a uno le quedan en la memoria, como la época del ciclismo de oro de España-La Paz. Hay que reconocer también el desarrollo cultural, social y deportivo del Club Social La Paz.
Entre esas figuras también debemos destacar a Ramón Álvarez que, además de crear La Paz, fundó dos pueblos en el interior del país: 25 de Mayo y 25 de Agosto, en el departamento de Florida. En cada uno de ellos existen estatuas similares de la libertad, donadas por el propio Ramón Álvarez. La escuela n.° 233 de la ciudad de La Paz lleva su nombre.
También recordamos a César Mayo Gutiérrez, como bien lo mencionó el senador Russi; a Eduardo Fernández, guitarrista y docente nacido en la ciudad de La Paz, reconocido internacionalmente; a Carlos Roberto López Lemos, cineasta uruguayo, también oriundo de La Paz; a Adhemar Rubbo, humorista, integrante de la Comedia Nacional; a Juan José Brenta, director, actor, docente de la Escuela de Arte Lírico y el conservatorio universitario; a Ruben Sarralde, pintor; a Juan Antonio Cavo, entre decenas de personalidades.
En este momento, permítaseme reconocer a personalidades políticas de La Paz que uno iba a visitar, como Martín García Nin, Emiliano Crossa –que es suegro del actual alcalde– y Adhemar Sánchez, que son personajes que siempre han estado peleando por lograr cosas para la ciudad de La Paz.
También quiero referirme a Javier de Viana, ese gran escritor que retrató sin idealismo la miseria campesina y reflejó la cruda realidad de la vida nacional. El hombre de campo que describe Javier de Viana es el gaucho curtido por el clima, la soledad y la adversidad. Lo recordamos en la reveladora reflexión sobre el impacto de los nuevos tiempos desafiando la tradición, en la magistral descripción que realiza en su obra Gurí.
Y ni que hablar de Carlos Omar Delfrate, que fue un intelectual que conocía actitudes, gestos y peripecias de los personajes de significación del pasado histórico, no solo de la vida política, sino de la literatura, el ensayo, la poesía y la música. Ese acopio de conocimiento lo brindó dando charlas en varias oportunidades, aún sin ser docente, en diversos establecimientos educacionales a los que además donó valiosos libros. En los últimos meses de su vida estuvo planificando una serie de homenajes a Javier de Viana en escuelas y liceos.
Recuerdo haber ido a visitarlo cuando ya tenía más de 80 años; estaba totalmente lúcido y me invitó a recorrer las escuelas para donar parte de sus libros. Se recibió de abogado y ejerció con solvencia y seriedad la profesión en el departamento. Se afilió muy joven al Partido Nacional y fue de los más destacados letrados del Movimiento Nacional de Rocha, que orientó en sus inicios Javier Barrios Amorín y luego continuó Carlos Julio Pereyra. Además, fue miembro del directorio del Banco Hipotecario.
¡Cuántos aspectos se conjugan en tan pocos años! Un nuevo pueblo, una actividad preindustrial de relieve en ambas márgenes del Plata y una organización obrera que logró acordar con los empresarios ocho horas de trabajo, 12 años antes de que fuera aprobada la ley en este Parlamento. Además, acogió y alumbró a escritores destacados, músicos, artistas plásticos y agentes culturales hasta nuestros días.
Son 150 años de esfuerzo, arte y solidaridad. Nuestro afecto, reconocimiento y homenaje a esta querida ciudad de La Paz a la que hoy evocamos.
Muchas gracias.
(Aplausos en la sala y en la barra).