La víctima, entonces de 15 años, compartió su dolor un año después de los abusos, que ocurrieron en un descampado cerca de una iglesia que frecuentaban.
La denuncia formal se registró en 2019, cuando la joven tenía 16 años. Los abusos, que comenzaron un año antes, ocurrieron al menos cuatro veces. El padre intentó manipular a su hija, comprándole ropa para silenciarla, lo que dejó profundas secuelas en ella.
La Fiscalía reconoció que la víctima sentía culpa y vergüenza, temiendo la ruptura familiar si hablaba. En 2023, ella testificó sobre el abuso, lo que permitió a las autoridades intervenir. La madre aún mantenía un vínculo con el imputado por motivos económicos, complicando la situación familiar.
Finalmente, tras recolectar pruebas y testimonios, el padre fue condenado por varios delitos de abuso sexual agravados, sentenciándolo a cuatro años de prisión.