Teitiota y su familia vivían en Kiribati, una pequeña isla en el océano pacífico, pero tuvieron que emigrar a Nueva Zelanda porque la subida del nivel del mar ponía en riesgo sus vidas.
Su caso no es excepcional. Se estima que hay más de sesenta millones de personas desplazadas como consecuencia del cambio climático, según la ‘Agencia de la ONU para los Refugiados’, una cifra que podría ascender a casi mil millones en los próximos 50 años.
A pesar de que el calentamiento global obligue a buscar un nuevo hogar a millones de personas, son invisibles en el marco legal internacional.
Tanto a Teitiota como a su familia les denegaron el asilo y tuvieron que volver a una isla que en los próximos años estará sumergida bajo el agua, porque no hay leyes que les reconozcan como refugiados climáticos.
Es una realidad que no aparece en el Estatuto de los Refugiados, a pesar de que los cambios y desastres ambientales han provocado más migraciones que los conflictos armados, según la ‘Organización Internacional para las Migraciones’.
Los países más vulnerables, y por tanto más perjudicados, son aquellos que disponen de menos recursos, la mayoría se encuentran en África, Asia y Latinoamérica. Sufren las consecuencias de las enfermedades, las sequías e inundaciones, o la desaparición de especies, que dañan a un entorno que es fundamental para estos países no industrializados, que viven sobre todo de los recursos naturales. Además, están más expuestos a la contaminación por culpa de una industria pesada que degrada el medio ambiente con la deforestación, o la extracción de gas y petróleo.
“La explotación minera en nuestros países contamina el agua y destruye el suelo, ¿de qué vamos a vivir?” Se pregunta Samir Abi, presidente del ‘Observatorio de Migraciones del África Occidental’. “Somos víctimas de las multinacionales del norte, emigramos por su culpa”. De los cincuenta países más afectados, treinta y seis están en África. Gueme es la presidenta de la ‘Unión de Sindicatos de Chad’ y denuncia que las explotaciones petroleras “han destruidos cultivos en la única zona fértil del lago”, lo que ha obligado a miles de personas a exiliarse.
La temperatura media del planeta superará los tres grados en 2050 según diversos estudios avalados por la ONU. Por ello es vital buscar alternativas al calentamiento global y los estragos que causa tanto en el planeta como en las personas.
El Acuerdo de París, aun con la retirada de los Estados Unidos, supone un necesario paso para limitar el aumento de temperaturas y mitigar los daños que se producen en aquellos países donde el cambio climático es más severo.
Sólo falta en el acuerdo que el reconocimiento y las referencias hacia la protección de los refugiados climáticos se traduzcan en medidas concretas que aseguren y preserven sus derechos. Y que se decidan a reconocer como derecho fundamental a las víctimas de los efectos del cambio climático. Esto, junto a la imprescindible educación de todas las mujeres y de los hombres a aceptar y ser respetados en su derecho a una maternidad/paternidad responsables son pasos imprescindibles ante la explosión demográfica, sobre todo, en las áreas con menos recursos porque el frente que nos podría llevar al caos se apoya sobre todo en esos pilares: educación y corresponsabilidad sin fronteras.
José María Gómez Vallejo