Montevideo, Uruguay | AFP | por Luján Scarpinelli
Dos hombres con monos blancos reciben a los pasajeros en el puerto de Montevideo. Desinfectan sus valijas y los canalizan a una prueba de covid-19 que se analiza en un laboratorio a bordo del ferry con destino a Buenos Aires. El veredicto determina quiénes podrán viajar.
Detrás de la imagen de una modelo sonriente que promociona las ventas a bordo sin impuestos, Carlos De Palacio aprieta los ojos cuando el enfermero hunde el hisopo en su nariz. Esa muestra, junto a las de casi 40 pasajeros que esperan viajar este viernes, se trasladan a dos salas del barco, donde un equipo de bioquímicos trabaja contrarreloj para tener resultados en dos horas.
Hasta entonces, deberán esperar en un salón, y quien resulte positivo no podrá siquiera pisar el barco.
El testeo se repetirá a 160 viajeros en el extremo argentino de la ruta de la naviera Buquebus, para evitar que contagiados crucen el límite fluvial entre los dos países.
La iniciativa surgió para resguardar los logros de Uruguay en la lucha contra el coronavirus y ante los padecimientos de su vecino, donde los casos aumentaron a un récord diario el jueves, con el foco en la Ciudad de Buenos Aires.
Aunque no es habitual en su rutina, la pandemia ha expuesto antes a los técnicos del Laboratorio Tecnológico del Uruguay a una experiencia sobre el agua, cuando asistieron a cientos de pasajeros y tripulantes del crucero australiano Greg Mortimer, que atracó frente a la costa en abril.
Desde el lunes, el gobierno de Luis Lacalle Pou impuso el requisito de un test de covid-19 negativo realizado dentro de las 72 horas previas al viaje a quien llegue del extranjero. Y otro a los siete días al que se quede, entre otras demandas.
El montaje del laboratorio flotante en un barco de Buquebus -la compañía que une las dos capitales- fue anterior, tras una polémica por la entrada de dos argentinos infectados en junio. Y se implementó por primera vez hace una semana, sin casos positivos, al igual que este viernes.
Javier Santomé, capitán de armamento de Buquebus, explica que hasta ahora, si había un caso positivo "se detectaba si tenía fiebre a bordo". Con la prueba antes del acceso, "aseguramos que el 100% de los pasajeros que están arriba el barco van a estar sanos", añade.
La ventaja, según Santomé está especialmente del lado argentino, el que más pasajeros aporta y el de mayor riesgo, dado que allí es más difícil hacerse un hisopado y el resultado demora más.
Si bien un test negativo no exime de la cuarentena, la libertad de movimientos en Uruguay atrajo a muchos de la otra orilla (con ingreso permitido) que eligieron refugiarse sobre todo en Punta del Este, habitual destino turístico y de inversiones.
Pese a todo, Evangelina Vera, de 57 años, está contenta de volver. Llegó en marzo para el cumpleaños de un nieto y se quedó. "Es bueno saber que uno viaja sano, pero sé que cuando llegue tendré que estar encerrada", dice.
"Dosis de normalidad"
En sus tres semanas en tierra uruguaya, De Palacio, binacional de 25 años, asistió a la boda de su hermana, una ceremonia y una cena con familiares y algunos amigos. "Tuve una dosis de normalidad. Además corrí por la rambla (costanera), fui a un restaurante y al shopping. Eso me ayudó", cuenta el joven, a minutos de volver al confinamiento que rige desde marzo en Buenos Aires.
Mientras Argentina registra más de 90.600 casos y 1.749 muertes, Uruguay cuenta menos de 1.000 contagios y 29 fallecimientos. Sin cuarentena obligatorio, el país de 3,4 millones de habitantes logró reanudar las clases presenciales y hasta disfruta de placeres vedados al otro lado, como la música en vivo en lugares cerrados.
En momentos en que las fronteras permanecen cerradas, solo se permite acceso a residentes y diplomáticos, o en casos de reunificación familiar y otras contadas excepciones.
Buquebus reanudó una frecuencia semanal desde que suspendió, obligada, sus operaciones en marzo. Y mantiene al 60% de sus 900 trabajadores en seguro de paro, según fuentes de la empresa, que evalúa trasladar el costo de los hisopados a los pasajeros.
En el barco con contagiados llegó a Montevideo Silvia Tretalance, jubilada argentina de 77 años, quien espera para volver a su residencia porteña. Aquel viaje condicionó su estadía en Uruguay, donde esperaba visitar a un familiar enfermo, y al final anduvo entre testeos y trámites por coberturas.
"Saludé a mis familiares por videollamada, porque uno debe ser responsable y preocuparse por el prójimo. Y eso acá funciona", sentencia.